15. 🪲 marcus?
CHAPTER 15:
marcus?
Despertarse a su lado era probablemente una de las mejores sensaciones que Acacio pudo experimentar. A él lo habían despertado los rayos del sol, a ella aún no le habían llegado porque su cuerpo frenaba el sol. La miró unos instantes, plácidamente dormida, hermosa como siempre, pasó un dedo por su mejilla, haciéndole unas cosquillas que la despertaron.
—Buenos días —susurró ella, estirándose.
—Buenos días —dijo él, con una voz suave. Ella le pasó las manos por la cara, acariciando su barba y atrayéndolo para un beso—, que guapo estás por las mañanas.
—Que hermosa estás tú siempre —Rozó su nariz con la suya para luego ir a por otro beso más lento y sensual.
Se sentía tan querida por él en tan poco tiempo, Acacio había conseguido que Gaia se volviese a ver a si misma como alguien deseable y fácil de querer en cuestión de semanas.
—¿Quieres que prepare algo para desayunar? —preguntó Gaia, haciendo ademán de incorporarse, ademán que Acacio detuvo al momento.
—No, quedémonos un rato más —suspiró él, haciendo que ella cayese sobre su pecho entre risas.
Gaia jugó con los pequeños rizos del pelo de Acacio y él trazó líneas en su espalda aún desnuda. No hablaron hasta que Gaia rompió el silencio para preguntarle algo que llevaba rondándole la cabeza casi desde que lo conoció.
—¿Por qué nadie te llama Marco?
—¿Mmh? —cuestionó él, algo adormilado.
—Eres Marco Acacio, ¿verdad? —Él asintió, poniendo sus brazos detrás de la cabeza—. Nunca he oído a nadie llamarte Marco.
—Acacio es como un título, todo el mundo empezó a llamarme así cuando me nombraron General. Hace mucho que dejé de ser Marco, ese nombre pertenece a alguien que ya no existe.
Ella lo miró, sorprendida y negó ligeramente.
—No creo que sea así. Tal vez tú lo sientas así, pero yo... yo quiero conocer a Marco.
Acacio la miró, y por un momento, parecía a punto de decir algo. Pero en lugar de palabras, lo que vino fue acción. Él se inclinó hacia ella, y sus labios se encontraron. Acacio supo en aquel mismo instante que esa mujer, esa joven romana que al principio no dejaba de discutir con él, iba a ser su total perdición.
—Marco —susurró ella, probando el nombre en sus labios.
Él sonrió, esta vez con más calidez.
—Me gusta cómo suena cuando lo dices tú.
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La boda había obligado a Gaia a estar en el palacio constantemente con las damas de corte teniendo conversaciones totalmente falsas y cargadas de condescendencia. Todo el mundo, sobre todo las mujeres, la habían villanizado por su compromiso con Geta, ya que todas querían estar en la posición que ella tanto detestaba.
Los rumores sobre ella rondaban el castillo como moscas y las miradas recelosas aumentaban. Se preguntaba cual sería la calumnia de esa semana.
Pronto llegó a sus orejas que ahora estaban diciendo que en sus viajes por Asia, adoptó costumbres extrañas y que practicaba rituales secretos.
Siempre era Carcalla el que se lo contaba y de alguna forma aquellos rumores nunca llegaban a Geta.
—¿Rituales secretos? —soltó una carcajada, lanzándole una uva al mono—. Impresionante.
—¡Impresionante, sí! —dijo Caracalla, estirándose en el sofá con la confianza de quien sabe que nunca será reprendido—. Aunque, para ser justos, Gaia, vos porta un aire místico. Los viajes y esa mirada, es fácil inventar cosas sobre vos.
—¿Esa mirada? —repitió con una sonrisa y negando un poco. Dondus se acercó a ellos, pasando del hombro de Carcalla al regazo de ella, que lo acarició sin pensarlo.
Carcalla también le dio una doble sonrisa, sin responder. Ella soltó una risita y se puso en pie, dejando al mono en el sofá.
—Debería estar agradecido, cada vez que inventan algo de mí se olvidan de vuestras travesuras, mi señor —Arqueó ligeramente las cejas mientras se terminaba el plato de uvas.
—¿Esas son formas de hablar a vuestro emperador? —cuestionó Carcalla, con un tono sarcástico.
Gaia sintió un ligero escalofrío, le había recordado que aunque estuviese siendo agradable con ella, seguía siendo su superior en todo.
—A mi futuro cuñado puede sí —asintió Gaia antes de retirarse de la sala.
Carcalla soltó una risa burlona y alta, como si la idea de casarse con Geta fuese una broma.
Gaia escapó de la corte por el piso de arriba de palacio y llegó a un balcón de una de las habitaciones, donde se apoyó en la valla, tomando aire fresco por fin. Se inclinó un poco sobre la valla, observando a Acacio llegar a palacio en ese mismo instante.
—¿Acacio? —cuestionó en un susurro—. ¡Acacio! —Él no se inmutó—. ¡Marco!
El hombre se giró al momento, viéndola en el balcón agitando su mano. Fue hasta ella al momento.
—¿Lady Gaia? —habló, manteniendo la compostura—. ¿Qué hace ahí arriba?
—No disimules, Marco. Están todos reunidos y los soldados están vigilando la sala donde están —comentó Gaia, asomándose todo lo que podía al balcón. No estaba muy alto, pero ojalá poder tocar a Acacio desde allí.
—Exacto, están todos. Nosotros deberíamos estar allí también.
—Oh, yo no. No me echarán mucho en falta —se encogió de hombros con una sonrisa agridulce.
—Yo sí —dijo como si fuese la cosa más simple del mundo.
Gaia no pudo disimular la sonrisa tonta y el sonrojo exagerado. Se dio la vuelta, ocultando su rostro avergonzado mientras Acacio solo sonreía.
—Por Júpiter, Acacio —Fue lo único que pudo decir—. ¿Qué estás haciendo conmigo?
—¿Qué estás haciendo tú conmigo? —reformuló y ninguno de los dos dijo nada.
Gaia se giró, escuchando unos pasos dentro de la sala donde estaba atrincherada. Ella se inclinó hacia el balcón, casi tropezándose.
—Ven hoy por la noche, necesito ayuda con unas flores en el jardín.
No dejó que Acacio contestase, sabría que vendría, además alguien estaba buscándola y no quería dar explicaciones.
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No sabía porqué, pero Acacio se sorprendió cuando Gaia necesitó realmente ayuda con unas flores en el jardín, pensaba que había sido solo una excusa para disimular su entusiasmo, pero esa tarde, con el sol escondiéndose detrás del Coliseo, Acacio y Gaia estaba plantando tulipanes en el jardín de atrás de la casa.
Tras terminar, se sentaron debajo del sauce llorón de la casa, lo único que había quedado con vida después de que la madre de Gaia hubiese dejado el hogar. Gaia entrelazó su mano con la de Acacio, jugando con ella mientras charlaban.
—Pronto partiré a Mauritania —pronunció Acacio con la mirada baja.
Gaia lo miró, deteniendo por un momento los círculos que hacía en su mano.
—Es verdad —recordó, ella misma había elegido el lugar. Acacio apretó los labios y apoyó la cabeza contra el tronco, reprimiendo un suspiro—. No te gusta mucho combatir, ¿verdad?
—Es mi deber.
—Lo noté al momento de conocernos —asintió Gaia, con una sonrisa amarga—. Aunque me discutieras, se notaba que me querías dar la razón.
Acacio dejó escapar una risa suave, aunque sin alegría.
—¿Tan evidente era?
—Para alguien que ha pasado la vida observando, sí —Gaia apartó la mirada y dejó caer su mano sobre el suelo, arrancando un poco de hierba entre los dedos—. Además, me parecía curioso que un hombre con tanta habilidad para el combate tuviera tan poco amor por él.
Acacio inclinó la cabeza hacia atrás, mirando las ramas del árbol que los cubría. La luz del sol se filtraba entre las hojas, creando sombras sobre su rostro.
—Supongo que nunca lo vi como algo que pudiera amar. Mi padre me puso una espada en las manos antes de que supiera cómo atarme las sandalias. Aprendí que era lo único que debía importar. No había lugar para pensar si me gustaba o no. Solo era mi destino.
Gaia lo miró de nuevo, sus ojos claros reflejando una mezcla de tristeza y comprensión.
—Eso suena... terriblemente vacío.
Acacio la miró y sonrió, esta vez con un poco más de calidez.
—Es lo que Roma hace. Nos asigna papeles y espera que los desempeñemos sin preguntar nada. Tú también tienes tu papel ahora.
Ella frunció el ceño, su expresión endureciéndose.
—No es un papel que haya elegido.
—Lo sé —respondió Acacio en voz baja—. Y lo odio.
Las palabras se quedaron suspendidas entre ellos, cargadas de una intensidad que Gaia no pudo ignorar. Bajó la vista, sintiendo su pecho apretarse.
—No es algo que podamos cambiar —susurró. Gaia se inclinó hacia adelante, apoyando sus brazos en las rodillas—. ¿Cuándo partes para Mauritania?
—Mañana al amanecer.
Ninguno de los dos se estaban mirando.
—¿Sabes cuándo volverás?
—Puede que tarde más de un mes en toda la expedición —pronunció lentamente, odiando que esas palabras saliesen de su boca.
Gaia asintió lentamente, preguntándose como sobreviviría en Roma sin él.
—Está bien —murmuró—. ¿Te quedas a dormir esta noche?
Gaia levantó la mirada, con un brillo tristón en los ojos. Acacio acunó su rostro con una de sus manos.
—Pues claro, querida.
NORA IS (S)TALKING . . .
oh goddddddd me están matando esto dos they're just perfecttttt
pensaba que este fic iba a ser cortito pero en verdad me va a quedar bastante largo, que aún queda volver a los acontecimientos de la peli yassss
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